jueves, 8 de diciembre de 2011

Papillón


Título del original francés: Papillon.
Autor: Henri Charrière.
Traducción: Domingo Pruna, Vicente Villacampa.
Editorial: Círculo de Lectores (1976)

Este es uno de tantos libros con los que tengo una deuda, son esos que a pesar de verlos una y otra vez en casa de tus padres o en cualquier otro sitio nunca te lees. A base de estos impulsos voy leyendo o releyendo lo que se suponen clásicos de la literatura universal. Este ejemplar concreto de Papillón me lo encontré en la basura el día de Reyes del año pasado así que además contiene un valor simbólico.

Sobre Henri Charriere, el autor de Papillón, existe una controversia desde el mismo momento de su publicación porque mientras que él sostiene que es autobiográfica excepto por algunas lagunas en su recuerdo que ha debido de rellenar, otros autores y conocidos de Charriere en el presidio sostienen que el autor mezcló las historias de varios presos para completar la obra, entre otros Charles Brunier.

Personalmente no me importa si es autobiográfica o no, lo verdaderamente importante es el relato de un hombre frente a la adversidad, la humanidad desnuda del protagonista, el valor tan profundo de la amistad, de la lealtad, de la perseverancia, de la lucha continua, de la redención. Papillón pelea sin descanso desde el momento que es deportado por su liberación, contra su deshumanización, contra el sistema penitenciario francés que lo condena a perpetuidad y contra las duras condiciones de presidio donde los hombres eran enterrados en vida. Sorprendente, enternecedor es el tratamiento de la amistad, de la lealtad entre hombre de la Camorra, entre delincuentes, entre lo supuestamente más bajo de nuestra sociedad. El relato de los que se van y no vuelven, el relato de los que huyen y se reencuentran años después, es maravilloso ver el triunfo de la voluntad del hombre.

Aunque nunca he visto la película si recordaba una escena de Steve McQueen en una celda rodeado de ciempiés o escarabajos hablando sólo. Esa parte en el libro me impresionó profundamente, dos años de reclusión sin hablar con ningún ser humano, luchando contra la soledad y la locura, contra el desánimo en el penal de la Isla de Saint Joseph lo curtió definitivamente pues tenía una herramienta, un as en la manga del cual nadie lo podía privar, su imaginación. Con ella voló fuera de los muros de la prisión, sobre el mar y el tiempo a recordar los días felices de su niñez permitiéndole sobrevivir a una prueba tan dura.

Papillón no sólo habla del triunfo del espíritu humano sino que describe con un amor profundo a las gentes sencillas de Venezuela por las que Charriere profesa su admiración. El valor de lo simple sobre el valor del progreso es puesto de manifiesto en varias ocasiones cuando Papillón vive entre los guajiros y más adelante en sus múltiples fugas cuando la gente más humilde lo acoge y comparte con él y sus compañeros lo poco que tienen.

En definitiva un libro que te hace reflexionar sobre lo justo que no la justicia, sobre el amor y la amistad, sobre comerse la vida a grandes bocados.

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